Para hablar de equilibrio económico, me referiré a
una situación en la que si no hay ninguna modificación perdurará en el tiempo
indefinidamente.
Para explicarlo, simplifiquemos al máximo, e
imaginemos una relación entre un hombre (Antonio) y una mujer (Blanca) en una
isla muy grande, pero deshabitada: Antonio desempeña las labores de caza,
defensa contra los depredadores y tareas de limpieza, mientras que Blanca realiza
la preparación de la comida, construcción de las herramientas, y pesca. Pues
bien, aunque en esta relación no intervenga el dinero, es una relación
económica, y se expresa en razones de utilidad, la utilidad que representa el
hombre para la mujer tiene que ser la misma que le representa la mujer para el
hombre.
¿Esto siempre tiene qué ser así?, es decir ¿Las
utilidades siempre van a estar equilibradas?
Pensando un poco, veremos que las utilidades
muchas veces no están igualadas. Para ver esto sigamos con nuestro ejemplo:
En un día normal de caza,
nuestro hombre es arroyado por un jabalí, con la triste consecuencia de hacerle
perder la movilidad de las piernas.
Esto hace
que no pueda realizar apenas tareas. Sin
embargo (aun cuando no haya sentimientos de por medio) la relación continúa, Blanca
sigue contando con él, aunque ella le represente a él una utilidad mucho más
grande (prácticamente la supervivencia), mientras que él le representa a ella una
utilidad más reducida. Por tanto se ha roto el equilibrio anterior, llegando a
un equilibrio nuevo, aunque menos igualitario.
Como conclusión vemos que las utilidades muchas
veces no son igualitarias, pero, ¿Qué ocurre cuando estamos ante un equilibrio
poco igualitario?
Simplemente que tiene más posibilidades de
romperse que otros, como apuntaba en mi anterior artículo “Redistribución del dinero”, haciendo alusión a las revoluciones que se habían dado a lo largo de
la historia como consecuencia de un abuso de poder (equilibrio no igualitario).
Para explicar por qué tiene más posibilidades de
romperse seguiré con mi ejemplo, imaginemos que llega a la isla un día otro
hombre; Eduardo, de otra isla cercana, y pasados unos días Eduardo quiere
volver a su isla y la dice que se vaya con él. Si no hubiese relación sentimental de por medio,
Blanca tendría que elegir la elección más satisfactoria (cosa que no sucedería
si Antonio estuviese en perfectas condiciones), ya que Blanca tendría más
utilidad con Antonio que con Eduardo (Lo bueno conocido).
Aunque este ejemplo es un poco chocante, ya que
nuestra parte sentimental repudiaría que Blanca dejase abandonado, prácticamente
sentenciando de muerte a Antonio, es un ejemplo sencillo para explicar cómo
existen más posibilidades de romperse el equilibrio poco igualitario, sobre todo
en relaciones comerciales, donde los sentimientos brillan por su ausencia.